No fue esta vez el odio del hombre, ni su afán de autodestrucción; no fueron esta vez los ruidos, las detonaciones, las bombas, los tambores de guerra, los que despertaron en la humanidad sus más profundos temores. Es un enemigo silencioso, de esos que no se escuchan pero que sientes en el aire, pequeño, pequeñísimo, tan ínfimo que solo puedes verlo a través de un microscopio, el que tiene hoy a todo un planeta en vilo, esa minúscula partícula biológica proveniente de ese reino animal que menospreciamos tanto, ya desbarató todos los engaños de un sistema de vida endeble e hipócrita.
Un virus, que como un rey en su trono empezó a erigirse dominador del mundo con su corona bien puesta, monarca absolutista y despiadado, más que cualquier otro que haya conocido nuestra menoscabada humanidad. Su estrategia de guerra es sencilla pero efectiva, no podría dominar al mundo atacando a los mas fuertes, haría que ellos mismos mataran a los más débiles, se inmiscuyó en su vida social, para que el propio egoísmo y la estupidez del hombre sean su principal arma de guerra, y así empezó su juego macabro de destrucción. Empezó apoderándose de la primera potencia mundial y comercial del mundo, de ahí sería más fácil expandirse, lo logró. Para cuando el resto del mundo quiso reaccionar fue muy tarde.
Este virus ha llegado para demostrarnos que no hay peor enemigo del hombre, que el hombre mismo. Este virus ha llegado para demostrarnos que todo aquello que vivíamos era solo la fachada de un sistema que creímos infalible, fuerte, pero que ha sucumbido por su propia mano. Este virus ha llegado para darle un respiro a nuestra tierra, para volver a encerrarnos en nuestras cavernas aterrorizados, para darle un poco de oxigeno a la naturaleza, para darle libertad a esos otros pobladores olvidados del mundo, a esos que nuestra insanía extingue poco a poco. Este virus ha llegado para hacer más cristalinas las aguas, ha llegado para matar y dar vida, aunque esto suene contradictorio, no lo es. Este virus ha llegado para demostrarnos que nada tiene más valor que el tiempo que podemos compartir con los que amamos. Este virus ha llegado para demostrarnos que hay dolores que se pueden soportar con hidalgía, pero que nada duele más que la muerte en soledad, nada duele más que no poder despedirte de los seres que amas, que hay algo de consuelo cuando puedes llorarlos sobre la tierra o en el aire que se los ha de llevar.
Nuestra forma de vida ya cambio, nuestra forma de vida no será lo mismo de hoy en adelante, pero no tiene que ser para peor, quizás y solo quizás aún con la muerte y el desconsuelo este virus está aquí para darnos una lección, para enseñarnos que no somos nada, que nosotros no dominamos el mundo como creímos siempre, que somos seres débiles y que estamos a merced de todo aquello que nos rodea. Este virus quizás quiera demostrarnos que esos Dioses a los que oramos, no harán nada por cambiar el destino al que nos lleve nuestras decisiones, solo nos acompañarán en el proceso.
Es momento de orar, con fe y con sinceridad, es momento de amar de verdad, de corazón, es momento de respetarnos y respetar a este mundo, es momento de quitarle la corona de muerte a ese virus y hacer que se convierta en nuestra mejor lección de vida.
Mollendo
19/03/2020
Un virus, que como un rey en su trono empezó a erigirse dominador del mundo con su corona bien puesta, monarca absolutista y despiadado, más que cualquier otro que haya conocido nuestra menoscabada humanidad. Su estrategia de guerra es sencilla pero efectiva, no podría dominar al mundo atacando a los mas fuertes, haría que ellos mismos mataran a los más débiles, se inmiscuyó en su vida social, para que el propio egoísmo y la estupidez del hombre sean su principal arma de guerra, y así empezó su juego macabro de destrucción. Empezó apoderándose de la primera potencia mundial y comercial del mundo, de ahí sería más fácil expandirse, lo logró. Para cuando el resto del mundo quiso reaccionar fue muy tarde.
Este virus ha llegado para demostrarnos que no hay peor enemigo del hombre, que el hombre mismo. Este virus ha llegado para demostrarnos que todo aquello que vivíamos era solo la fachada de un sistema que creímos infalible, fuerte, pero que ha sucumbido por su propia mano. Este virus ha llegado para darle un respiro a nuestra tierra, para volver a encerrarnos en nuestras cavernas aterrorizados, para darle un poco de oxigeno a la naturaleza, para darle libertad a esos otros pobladores olvidados del mundo, a esos que nuestra insanía extingue poco a poco. Este virus ha llegado para hacer más cristalinas las aguas, ha llegado para matar y dar vida, aunque esto suene contradictorio, no lo es. Este virus ha llegado para demostrarnos que nada tiene más valor que el tiempo que podemos compartir con los que amamos. Este virus ha llegado para demostrarnos que hay dolores que se pueden soportar con hidalgía, pero que nada duele más que la muerte en soledad, nada duele más que no poder despedirte de los seres que amas, que hay algo de consuelo cuando puedes llorarlos sobre la tierra o en el aire que se los ha de llevar.
Nuestra forma de vida ya cambio, nuestra forma de vida no será lo mismo de hoy en adelante, pero no tiene que ser para peor, quizás y solo quizás aún con la muerte y el desconsuelo este virus está aquí para darnos una lección, para enseñarnos que no somos nada, que nosotros no dominamos el mundo como creímos siempre, que somos seres débiles y que estamos a merced de todo aquello que nos rodea. Este virus quizás quiera demostrarnos que esos Dioses a los que oramos, no harán nada por cambiar el destino al que nos lleve nuestras decisiones, solo nos acompañarán en el proceso.
Es momento de orar, con fe y con sinceridad, es momento de amar de verdad, de corazón, es momento de respetarnos y respetar a este mundo, es momento de quitarle la corona de muerte a ese virus y hacer que se convierta en nuestra mejor lección de vida.
Mollendo
19/03/2020
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