Regresé a casa muy tarde por la noche, el taxi pasó por una de esas zonas donde se encuentran un par de “night clubs” a vista y paciencia de una avenida que en el día está repleta de comerciantes y actividades matutinas diferentes. No es difícil adivinar su función real, los hombres resguardando la entrada, los taxis amontonados en la pista, las luces rojas y verdes, los borrachos pugnando por entrar; son al final de cuentas lugares donde se ejerce la prostitución, burdeles. Particularmente no estoy en contra de ellos, creo que si un burdel está regulado y no compromete de alguna u otra forma la seguridad de quienes viven en sus alrededores y de las personas que ejercen la prostitución, no tendría porque estar prohibido. Es más saludable tenerlos regulados y vigilados, para evitar otros actos delictivos relacionados, como la trata de personas por ejemplo, y también para evitar la proliferación de enfermedades de trasmisión sexual. No voy a intentar hacer disquisiciones morales
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