Mi abuelita me decía siempre que nadie puede construir su felicidad sobre la infelicidad de otros, que nadie puede alegrarse de la desgracia de otros, aun cuando los otros te hayan lastimado; no es de buen cristiano decía siempre. Cuando somos niños no comprendemos muy bien esas cosas, aprendemos básicamente por el ejemplo que nos dan; es la forma de conducirse de quienes nos educan, lo que marcará la pauta en nuestros primeros años de vida; mas a medida que vamos creciendo, nuestras circunstancias personales y lo que vemos más allá de nuestro círculo cercano nos hacen cuestionarnos si aquello que nos fue inculcado es realmente aplicable a nuestras vidas. Finalmente en ese balance vamos moldeando nuestra línea de acción y de pensamiento. Recuerdo que mi abuelito leía sus periódicos o veía noticias sobre personas que habían cometido algún delito, primero se indignaba, hablaba de lo mal que estábamos como sociedad, que cada vez había más delincuencia y nuestras autoridades no hacía
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